Como pintar buenos cuadros partiendo de fotografías
El empleo de fotografías para pintar está cada día más extendido. Los móviles, tabletas y ordenadores permiten acceder de forma inmediata a un campo de imágenes sin límite y eso es fantástico. Sin embargo a la hora de pintar, pretender copiar exactamente la fotografía, hasta el mínimo detalle, pensando que eso es lo correcto, es un error. La fotografía solo el punto de partida sobre el que empezamos a crear nuestra pintura, pero debemos trascenderla para convertir el cuadro en una obra propia.
Además, la fotografía tampoco corresponde a la realidad ya que esta imagen se ve alterada por la iluminación escogida, las lentes empleadas, el tipo y ajuste cromático de la pantalla con la que la vemos o la calidad de impresión. En sí, la fotografía, tampoco es la realidad, sino otra interpretación de la misma.
Por eso la fotografía es muy útil a la hora de establecer las líneas de dibujo, pero debemos emplearla con más cautela en el caso del color, ya que tiende a simplificar tonos, sombras, sobreexponer o subexponer la iluminación.
He escogido una de mis pinturas al pastel, que muestra el castillo de Biar (Alicante), para ilustraros el proceso que os aconsejo seguir. Es una pintura que representa con bastante fidelidad el paisaje, pero interpretándolo en clave pictórica, no fotográfica:
Recorta y selecciona el encuadre: no te conformes con la primera imagen, juega con diversos recortes de la misma hasta lograr el encuadre más interesante.
Modifica y altera los elementos de la composición: lo que importa es el cuadro, no la foto en la que se inspira. Si para hacer más atractiva la pintura, debes de añadir o eliminar elementos nuevos, no lo dudes.
Simplifica la composición: da por seguro que todo lo que aparece en la foto, no cabe en el cuadro. A medida que lo vayas pintando, te darás cuenta de que elementos sobran. Si dudas sobre mantener alguno o no, lo mejor es eliminarlo.
Mejora y trasciende el claroscuro fotográfico: las cámaras traducen las sombras de una manera simplista, uniforme y poco atractiva. Es tu trabajo convertir esas sombras en zonas luminosas y vividas, con matices de color interesantes. Observa los cuados de Sorolla y verás todo lo que se puede llegar a hacer con las sombras.
No copies sin más los colores de la fotografía: Estos colores solo son un punto de partida. Trabaja con un esquema previo de colores del círculo cromático. Si es necesario introduce los cambios de color que veas convenientes. Ten en cuenta que si además es una imagen hecha con una impresora, estas simplifican muchísimo los matices de color.
Crea una textura pictórica, no fotográfica: estas trabajando con pintura y pinceles, luego debes de traducir la textura plana de las imágenes a una textura gestual y materica, creada por el gesto de tu pincelada o trazo y la acumulación de pintura sobre la superficie. Es ahí donde muestras tu personalidad , ya que la forma de pintar es única y distinta en cada uno de nosotros. Gradualmente ves probando una variedad de texturas y efectos, desde el hiperrealismo a las técnicas más matéricas.
Prescinde de la foto: si pintas como es debido, llegará un momento del proceso en el que sentirás la necesidad de prescindir de la foto para resolver el cuadro conforme a lo que te vaya dictando el propio cuadro.
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